martes, 5 de diciembre de 2006

Venganza

Sigue riendo, incauto,
henchido de tu fatua vanidad,
mientras mi cuerpo lacerado
yace inerte en una cuneta.

Pero tranquilo:
renaceré.
Ya ha pasado antes.

¿Acaso no sabes que en verdad
me llaman el Viejo de la Montaña?

Ya he visto rodar muchas veces
la cabeza de mis enemigos.
Otros Egistos
y otras Clitemnestras
fenecieron
bajo el peso de mi cimitarra.

Mis huestes se mueven en las sombras,
inadvertidas,
como el fluir del tiempo,
mientras sigues pensando, como un idiota,
que me has vencido.

Ríe, pedazo de lerdo.

Pronto será también tu turno,
igual que fue el de muchos otros,
que, como tú, iluso,
no se olían nada.

Su menosprecio fue
quien les condujo sin remedio
a su merecido final.

Orestes volverá
y te veré temblar
poco antes
de que te seccione el cuello
de un hachazo.

Tu sangre fluirá
por las escaleras de palacio
hasta que se una con el cieno
en el que se revuelcan los cerdos,
y los perros se emborracharán
con el vino salobre de tus venas.

Y entonces yo danzaré y danzaré
hasta caer extenuado,
embriagado del frenesí de la victoria.

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